Mucha gente tiene personas mayores en la familia que se sienten solas y, a menudo, deciden regalarles un perrito que les haga compañía. Los perros, además de ser los amigos más fieles, tienen beneficios añadidos para la salud: nos hacen andar y tomar el aire; nos ayudan a tener la mente ocupada, a seguir unas rutinas, relacionarnos con otras personas e, incluso, ¡son una buena excusa porque nos visiten los nietos! La pregunta principal que se hacen los familiares es: ¿qué razas de perro son tranquilas, cariñosas y fáciles de manejar para alguien de cierta edad?
¿Qué preguntas debemos hacernos para escoger el perro más adecuado para una persona mayor?
En realidad, lo que nos tenemos que preguntar, por encima de todo, no tiene tanto a ver con las características del animal como con la situación de la persona:
- ¿Qué edad tiene? ¿70? ¿80? ¿Más?
- ¿Cuál es su estado de salud? ¿Tiene buena movilidad, energía, la cabeza clara?
- ¿Es una persona paciente?
- ¿Ha tenido perros antes? ¿Sabe cómo tratarlos y educarlos?
- ¿Quiere tener un perro ahora?
- ¿Quién se hará cargo del animal si esta persona se pone enferma, tiene que ir a una residencia o fallece?
¿Así pues, qué tipo de mascota tendríamos que escoger?
En función de estas variables, las respuestas pueden ser muy diversas. Las recomendaciones generales serían:
- Si la salud de nuestro familiar no es buena, no le regalemos un perro. No podrá cuidar de él como es debido.
- Si tiene movilidad reducida, quizás un gato sería más adecuado: no se les tiene que sacar a pasear.
- No regalemos nunca un cachorro a alguien que no le pueda seguir el ritmo: todos los cachorros son activos (por mucho que algunas razas sean más tranquilas que otras). Todos se hacen pipis y cacas por todas partes, muerden cosas y se nos enredan entre los pies hasta que aprenden las normas de la casa. Esto puede provocar caídas y otros riesgos para la seguridad de una persona mayor.
- Pensemos también en el futuro del animal: si no estamos dispuestos a hacernos cargo de él, hemos de tener en cuenta que un cachorro tiene una esperanza de vida mínima de 13 años. Si son razas pequeñas, más. Una persona de 87 o 90 años difícilmente lo podrá atender los últimos años. Estos perros acaban, en la mayoría de los casos, en las perreras. No son lugares agradables. Además, a partir de los 4-5 años las probabilidades de que los adopten disminuyen drásticamente.
- Si nuestro familiar está sano y activo pero no tiene experiencia con perros, tampoco está de más plantearse adoptar un perro adulto. Ya han superado la fase de excitación juvenil y acostumbran a estar educados. ¡No todos tienen problemas de comportamiento! Si los tienen, no obstante, conviene asesorarse antes de tomar una decisión. En cualquier caso, la adopción la tiene que hacer la persona con quien vivirá el animal: no se puede adoptar para regalar.
Tened en cuenta, además, que todos los perros pasan por un periodo de adaptación cuando llegan a un nuevo hogar. Sean cachorros o adultos, comprados o adoptados, habrá unos meses en que el nuevo propietario y el animal se tendrán que conocer y aprender a convivir. No es nunca un proceso instantáneo.
Alternativas a la compra de un cachorro
- Hacerse voluntario para pasear perros o cuidar de gatos de una protectora local: sean públicas o privadas, la mayoría de protectoras dependen en gran medida del voluntariado. Los paseos regulares y las atenciones individualizadas mejoran mucho la calidad de vida de los animales.
- Contribuir o participar en el control de una colonia felina: los gatos callejeros tienen necesidades especiales como alimentación, refugios para el frío y la lluvia o tratamientos veterinarios. Desde hace un tiempo los ayuntamientos también están intentando tomar medidas para controlar su expansión y evitar problemas sanitarios. En Sant Cugat se está haciendo un esfuerzo por identificar a los gatos de colonia y esterilizarlos para evitar la cría descontrolada.
- Acoger gatos o perros de forma temporal o permanente: algunas protectoras tienen programas de acogida de animales de edad avanzada para personas de edad avanzada. Estos animales, generalmente, pueden tener problemas como artrosis o enfermedades cardíacas que, una vez diagnosticadas y controladas, permiten una buena calidad de vida del animal y un ritmo de actividad más similar al de la mayoría de personas mayores.
Conclusiones
Regalar un perro tiene que ser siempre con el consentimiento y convencimiento de la persona que lo tiene que cuidar. Tiene que querer tener una mascota. Hay que elegir el animal que más se adapte a las condiciones físicas y estilo de vida del futuro propietario, y así ahorraremos sufrimientos innecesarios tanto al perro como a nuestro familiar.
Una mascota aporta muchísimo. Es una compañía fantástica. Aun así, a la hora de decidir tener una hay que pensar en lo que le podemos ofrecer nosotros a ella, no sólo en nuestro beneficio. Es una relación bidireccional.