La leishmaniosis canina es una enfermedad grave causada por un parásito, la leishmania. La transmiten unos insectos llamados flebotomos cuando pican a un animal sano después de haber picado a uno infectado. La principal medida de prevención, por lo tanto, son los tratamientos antiparasitarios. Una vez infectados, los animales necesitan tratamiento continuado para evitar que la enfermedad se manifieste. Se convierten en pacientes crónicos. Si no se trata la leishmaniosis es mortal. Si se detecta a tiempo, en cambio, un perro con leishmaniosis controlada puede vivir muchos años con una calidad de vida aceptable.
La leishmania invade las células de la sangre, se replica y se extiende por todo el cuerpo. La enfermedad, sin embargo, no la causa tanto el parásito en sí mismo como la reacción del sistema inmunitario a su presencia. Según como responda el sistema inmunitario, pueden pasar cuatro cosas:
- Que el animal sea resistente a la leishmania y no desarrolle síntomas. No se pondrá enfermo por este motivo pero, dado que la leishmania no se elimina, seguirá siendo portador.
- Que el perro padezca problemas intestinales graves: pérdida de apetito, de peso, diarreas, vómitos, hemorragias.
- Que el perro desarrolle síntomas a nivel cutáneo: piel, trufa, almohadillas plantares, uñas.
- Que la leishmaniosis afecte a otros órganos internos como los riñones, el sistema linfático o el sistema nervioso.
Cuándo es más alta la probabilidad de contagio
La leishmania se encuentra generalmente en climas cálidos y húmedos, como la cuenca mediterránea, donde es endémica. Eso quiere decir que está para quedarse; no se puede erradicar. Según los estudios, el Estado Español sería una de las regiones mediterráneas con una mayor afectación del parásito entre la población canina. Por lo tanto, el riesgo de que un flebotomo transmita el parásito de un perro a otro es elevado.
La leishmania también se podría transmitir a humanos que por diferentes causas tengan un sistema inmunitario muy débil (trasplantes o SIDA), aunque es menos frecuente que desarrollen la enfermedad.
Los flebotomos, como los mosquitos, ponen los huevos en rincones húmedos y cálidos. Su ciclo de vida también es parecido: alcanzan la madurez predominantemente en primavera y verano. Sin embargo, con el cambio climático el riesgo cada vez se extiende más a lo largo de todo el año, incluso en invierno si no hace frío.
Al igual que los mosquitos, pican sobre todo cuando es oscuro. Por esta razón, los perros que duermen en el exterior están más expuestos a las picaduras de los flebotomos que los que lo hacen dentro de casa. En promedio, un perro puede recibir unas 200 picaduras en una noche.
Qué perros corren más riesgo de sufrir leishmaniosis
Cuando un animal se infecta pueden pasar meses, o incluso años, hasta que presenta signos clínicos. Eso es debido a la diferente respuesta inmunitaria de cada individuo, que es la que determinará la severidad de la enfermedad. Puede suceder que las defensas del animal sean lo bastante fuertes como para combatir la infección y no manifieste ningún síntoma. No obstante, quedará como portador del parásito porque no se llega a eliminar del todo.
Los animales jóvenes y los geriátricos son los más vulnerables ante la leishmaniosis, en tanto que su sistema inmunitario es menos competente para afrontar la infección.
Por razas puede haber diferencias, aunque todas están expuestas. El Pastor Alemán, el Rottweiler, el Cocker Spaniel y el Bóxer, por ejemplo, tienen una probabilidad más alta de desarrollar la enfermedad según las estadísticas. Los podencos ibicencos, en cambio, muestran mayor resistencia y raramente llegan a sufrirla.
Cómo prevenir la leishmaniosis
La prevención es la actuación más importante que podemos realizar ante esta enfermedad. Cuantas más barreras pongamos, menor será la probabilidad de desarrollarla. Estas son las medidas más recomendadas:
- Conviene evitar los paseos o dejar a los animales fuera de casa después de la puesta de sol en zonas cálidas y húmedas, porque los flebotomos acostumbran a aparecer en este momento.
- Una de las mejores protecciones son los repelentes de mosquitos, que podemos encontrar en diferentes formatos (collares y pipetas). Es fundamental que especifique que protegen contra la leishmania. Cuando compréis uno, fijaos en que algunos no ofrecen el mismo tiempo de protección contra todos los parásitos. Además, si el perro es alérgico a los collares y sólo se puede recurrir a las pipetas, estas se tendrán que dar más a menudo que si se combinan los dos métodos.
- El producto más reciente contra la leishmania es un jarabe llamado Leishguard. Actúa estimulando la inmunidad del animal y se ha demostrado que, combinado con los repelentes, da muy buena protección. Se administra 2-3 veces al año.
- La vacuna contra la leishmania está disponible desde hace unos años. Todavía se está evaluando su eficacia, que en estos momentos no es del 100%. Aún así, la vacuna es recomendable sumada a las demás medidas preventivas, sobre todo en los perros más susceptibles de infectarse. Inicialmente se ponen tres dosis y después se mantiene la inmunidad con la revacunación anual.
Un pequeño porcentaje de los perros no reacciona bien a la vacuna. Si después de la primera dosis advertís cualquier cosa fuera de lo habitual, comentádselo a vuestro veterinario.
Convivir con la leishmaniosis
El tratamiento actual de la leishmaniosis es muy efectivo respecto a la mejora clínica del animal, pero hay que tener presente que no existe un tratamiento curativo: el parásito no se elimina por completo del organismo y, por lo tanto, pasado un tiempo tras finalizar el tratamiento es posible que vuelva a aparecer la enfermedad. La probabilidad es más alta si el perro está sometido a cualquier tipo de estrés que baje sus defensas.
Qué me puede hacer sospechar que mi perro tiene leishmaniosis
Es difícil ver la picadura del flebotomo, pero si así fuera se encontraría en el pabellón auricular, la trufa o el abdomen. Serán más evidentes otras señales, muy diversas porque cuando la leishmania se pone de manifiesto, puede tener muchas caras. Los síntomas más típicos son:
- pérdida progresiva de peso
- reducción de la actividad física
- debilidad
- falta de apetito
- hemorragias nasales
- pérdida de pelo y otros problemas de piel
- ganglios inflamados
- pequeñas heridas que tardan mucho en curarse
Si creéis que vuestro perro padece alguno de estos síntomas, contactad con vuestro veterinario para que lo valore. El tratamiento será mucho más efectivo en las fases iniciales que cuando ya esté muy avanzada la enfermedad.
Cómo puedo ayudar a mi perro si tiene leishmaniosis
- Seguid las instrucciones de vuestro veterinario. Él os indicará cuál es el tratamiento a seguir en cada caso.
- No abandonéis el tratamiento. Es largo y requiere de controles regulares, pero el esfuerzo vale la pena.
- Manteneos alerta antes, durante y después de los tratamientos para detectar si el animal muestra alguno de los síntomas. Pueden producirse recaídas y es importante detectarlas rápido.
- Continuad con las medidas de profilaxis (collars, pipetas, etc.) para evitar reinfeccions.
- Una buena alimentación, un nivel de ejercicio adecuado para el estado del animal y mucho de afecto ayudarán vuestro perro a poner a raya la enfermedad.
¡Recordad que la mejor de las acciones ante la leishmaniosis es la prevención!
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